José Ellacuría
"Tras la justicia social y el encuentro de credos"
Tuvimos la gran suerte de contar con José en la última edición del Foro Espiritual. La suerte se ha renovado al concedernos ahora la oportunidad de esta charla con él en Loiola-Etxea de Donostia. A los pies de la montaña de Ulía le encontramos en medio de su labor de compromiso con los más olvidados de nuestra sociedad. Un placer compartiros su testimonio de fe y entrega.
Aterrizó en el Taiwán de los años 50. Allí estudió el chino y fue ordenado sacerdote. Asomaban ya entonces las chimeneas sobre el fondo de arrozales. El país comenzaba su tránsito de sociedad rural a fuertemente industrializada. Los problemas laborales no tardarían en llegar. Pronto se vio organizando el movimiento obrero, a la vista de las lamentables condiciones de trabajo en las fábricas. En aquella lejana isla y sus nobles causas invirtió cuarenta años de su vida, hasta que le expulsaron.
Ahora aquí, se encuentra con los últimos de Occidente, concretamente con los presos de segundo y tercer grado de la cárcel de Martutene de San Sebastián. En Loiola-etxea, junto a otros dos compañeros jesuitas, hacen vida comunitaria con ellos. Les proporcionan plato, techo y esperanza. Les acogen y les ayudan a reinsertarse.
Allí le visitamos en una soleada mañana invernal. Esta idílica villa a los pies de Ulía, con profusa decoración intercultural, con anchas estancias de madera, es refugio de los presos que han conquistado un pequeño margen de libertad. En este hombre de presencia siempre cercana, de hablar calmo, sencillo y fraterno han encontrado los olvidados un asidero. José pasa los días con ellos. Cuando llega el fin de semana viaja a impartir retiros y seminarios. Desde muchos lugares le reclaman, quieren compartir esa envidiable paz que no perturbó ninguna batalla.
¿En sus seminarios abanderas el “todos somos uno”?
El dualismo es la enfermedad de Occidente. Nos da miedo decirlo, pero se nos ha inculcado la separación entre Dios y el ser humano, entre Dios y el mundo. Hemos colocado a Dios en el más allá y esto ha acarreado la línea divisoria entre ser humano y naturaleza, entre hombre y mujer, entre blanco y de color... No somos uno, pero tampoco somos dos. Los hindúes lo llaman el No-dos. No hay dualidad; algo en común tenemos todos.
¿Todos tenemos algo de Dios?
Dios es el que es, es decir, presencia en todos y en todo. Es difícil de entender. Mejor es quedarnos con esas maravillosas imágenes: Dios es la vid, nosotros los sarmientos. Dios es relación como el océano con la ola, como la rama con el árbol; una relación íntimamente divina.
¿Por qué no hemos alcanzado entonces la unidad humana?
Influenciados por Aristóteles y la filosofía griega, los occidentales hacemos énfasis en el raciocinio y en el análisis. Pero hay otro tipo de conocimiento al que no llega la razón. Quien tiene que explicar racionalmente una canción de amor, no ha entendido de qué se trata. El que nos quiere dejar estancados en el conocimiento racional de Dios, se queda atascado en una religión infantil. La división humana viene de lo que realmente no somos. No actuamos desde nuestro interior. Mi vida viene desde fuera, es vivida por los otros.
¿Vivimos poco adentro?
No cabe duda que uno de los mayores déficits de las personas de hoy es la “interiorización”. Hay muchas cosas importantes en la vida, pero sólo una importa absolutamente. Puede ser valorado que tengamos éxito a los ojos del mundo, salud, riqueza... pero más valioso que todo ello es encontrar nuestro ser esencial, más allá de nuestro limitado yo personal. Sólo hallaremos la paz dándonos cuenta de quiénes somos realmente a nivel más profundo. En Arrupe encontramos un vivo ejemplo de ese vivir desde adentro.
¿Has abrevado mucho en Oriente?
El sumergirse en otra cultura tan distinta como la china, te da más experiencia, te hace ser menos rígido, más consciente de la debilidad humana, te facilita la comunicación y te da el convencimiento existencial de que nadie tiene toda la verdad y en todos hay algo de verdad. Al conocer a gente diferente, comienza a producirse una transformación.
¿Podemos imaginar a Ignacio de Loiola en posición loto practicando Zen, al igual que Arrupe?
El Zen nos ha dado una técnica que nos permite pacificarnos, llegarnos más fácilmente a ese silencio interior tan necesario. Esta técnica no es muy diferente a la que nos proporcionaba San Ignacio en el siglo XVI. El nos habla en los Ejercicios de los preámbulos antes de la oración. Es el mismo silencio del cuerpo, de la mente y de los sentimientos, que solemos expresar en tres verbos: relajarse, centrarse y pacificarse.
¿Teólogo y sindicalista en Taiwán al mismo tiempo?
Nunca he sido teólogo, pero siempre me ha interesado la dimensión transpersonal o mística de la persona humana. Allí aprendí aquél dicho Sufí: “Si escupo a uno, me escupo a mi mismo”, porque somos No-dos..
¿Cómo viviste el perdón tras su expulsión por “cura agitador” de Taiwan?
Fue el 23 de Marzo de 1989, Viernes Santo. Celebré los oficios del día en una parroquia de Hong Kong, ya en el exilio. No sentía que tenía que perdonar a nadie, era todo lógico. Si molestas, estorbas; si estorbas, te apartan. Recuerda a Monseñor Romero y a los mártires de la UCA que fueron asesinados en Noviembre de ese mismo año.
¿Necesitamos aún de la religión?
Sí, necesitamos de la religión y mucho. Pero todas las religiones del mundo se tendrían que dedicar más a ayudarnos a experimentar que Dios quiere ser persona en cada uno de nosotros tal y como somos, con nuestras partes buenas y malas; que nuestras vidas son como una encarnación de Dios; digo que las religiones deberían insistir en esto más que en darnos normas éticas y morales. La espiritualidad va mucho más allá de la moral.
Vds, los jesuitas se están desnudando de doctrina y de institución..
Algo de institución siempre tenemos que tener. Ahora bien, si la religión es para coger adeptos, si la religión es para controlar… sobra. Si religión es para ser únicamente altavoz de la voz de los obispos… se queda muy coja.
Ahora bien, la religión puede ser ayuda para encontrar el silencio interior, para formar un cuerpo de unidad. La religión me puede ayudar a creer que una parte tuya tiene algo en común conmigo. Me puede ayudar a entender la Vida con mayúsculas, como energía infinita de Dios.
Pero bueno José..., ¿me estás hablando de reencarnación?
La vida no muere, tan sólo muta de una a otra. El nombre es lo de menos. Somos vida divina desde el principio.
¿Cómo vivió Arrupe ese ignorarle de Juan Pablo II?
Hablo por lo que he oído a otros...: con muchísimo dolor. ¿Quién sabe de la causa verdadera de su larga enfermedad? En Oriente solemos decir que, muchas veces, las enfermedades vienen de dentro afuera y no de fuera adentro. El cuerpo nos dice cosas, que ni el mejor amigo se atreve a decirnos.
¿Mantenías contacto con su hermano Ignacio?
Mientras que vivían los padres les enviábamos carta semanal y ellos nos mantenían informados unos de otros. Nunca le visité en el Salvador. Ignacio murió en 1989 y entró en la Compañía en 1947. En todo ese tiempo nos vimos en un par de ocasiones, una con motivo de la muerte de nuestra madre.
Ni en los momentos más duros dudó en su compromiso con los más necesitados…
Ignacio había venido a recibir un premio otorgado por el Ayuntamiento de Barcelona. Antes de regresar, la situación se agravó en El Salvador y era temerario el volver. Él le consultó al Provincial de la Compañía en España y le dio plena libertad para que hiciese lo que quisiera. Ignacio marchó en el último avión. La Universidad había tenido ya cuatro atentados anteriormente. Decía Monseñor Romero que si tocas un cable de alta tensión te quemas; la alta tensión en aquel caso la constituían los militares y la oligarquía salvadoreña.
¿Cuál es tu experiencia del perdón?
El perdón tal como se entiende habitualmente es: “si pides perdón, yo te perdono”. Eso no es el perdón cristiano. El perdón es incondicional. En China, en lugar del alfabeto se utilizan ideogramas. Cada carácter representa una idea. Para el “perdón-misericordia” usan dos caracteres: Tze-bei. El segundo representa el mal que te ha inundado el corazón, y el primero un corazón con su delicado afecto semejante a la hierba que sobresale en un prado. Lo expresa bien la concepción budista: un corazón herido que reacciona dando amor.
¿No te costó esfuerzo alcanzar el perdón?
Los que ejecutaron la matanza estaban cegados.
¿Cómo observas a los jóvenes presidiarios que Vds. acogéis en Loiola-etxea?
Son, en general, unas personas muy heridas. Gente que ha sufrido y que también ha hecho sufrir a otros. Muchos desde fuera piden apedrearlos, como hicieron los fariseos y los letrados con la adúltera (Jn 8). Jesús lo veía de otro modo. Ellos intentan cambiar de vida e insertarse de nuevo en la sociedad.
¿Cuál crees que debe ser la aportación de la Compañía de Jesús en el progreso de las profundas transformaciones que experimentamos los humanos y la sociedad en general?
Lo señaló el Papa cuando recibió a los congregados de la XXXV Congregación General que acaba de terminar: En los problemas modernos, ir en la avanzada de la investigación. Al mismo tiempo, el contacto directo con la gente pobre y el trabajo por la justicia, tienen que ser nuestra prioridad.
Habría que señalar también el esfuerzo que se va a poner en una mayor colaboración con los laicos, así como la necesidad de actuar como un cuerpo universal y con una misión universal.
¿Por qué los jesuitas están también en la vanguardia en lo que respecta al diálogo interreligioso?
En esto no hay ningún secreto. Si hay jesuitas autóctonos muy bien formados en la India, Africa, China, Japón... es evidente que tienen que tener contacto con esas grandes religiones: Hinduísmo, Budismo, Islam... Suelen decir que los místicos de todas ellas se entienden bien; pero cuando esa fe se formatea en religión, ahí empiezan los desencuentros. Si dialogamos y nos respetamos mutuamente, conseguiremos que cada una, respetando sus creencias y su modo de relacionarse con Dios, obtenga un enriquecimiento con la experiencia de todas ellas.
¿Hasta dónde están dispuestos a ir con ese diálogo?
Cuando más hondo se hace uno, se hace más libre de sus límites inmediatos y más capaz de mirar con mayor amplitud. Crece también la valentía para comenzar nuevos proyectos.
¿Aumenta la distancia entre las dos Iglesias?
No todos aceptamos la existencia de “dos Iglesias”. Juan XXIII nos dijo que “los cristianos no somos monjes que cantamos el mismo canto en el coro”. La Iglesia debe ser crítica con ella misma y con todo lo que vaya contra la justicia y los derechos humanos. Esto es señal de salud más que de decadencia.
¿Los “marines del Papa” no contemplan la objeción de conciencia?
El término “marines del Papa” creo que no ha sido el más indicado. Son títulos que ponen las editoriales para atraer la atención de los lectores.
Casos de objeción de conciencia en la Compañía son relativamente frecuentes. Un ejemplo de ello es la reacción de algunos teólogos a los avisos de la Curia Romana.
Koldo Aldai